EL TESORO ESCONDIDO
EL TESORO ESCONDIDO DE UN MONSTRuO EN LA ORILLA
DEL RÍO
Una mañana silenciosa y
despejada cuando la familia de Alfredo había
salido de la hacienda Suropamba, por motivos de cosechas de las cementeras que
ellos mismo cultivaban en la parte costanera del rio Gangán, cuando ellos
abandonaron la hacienda habían dejado a su hijo mayor Alfredo solo, él tenía
que realizar las cosas que diariamente se realizaban en dicha estación, como
por ejemplo, ordeñar a las vacas, cuidar a otros animales pequeños que pasaban
amarrados cerca de la casa donde ellos vivían.
Al día siguiente, llego una
visita a su casa, don Pedro Guerrero, el cual llegaba de costumbre cada año en
el mes de marzo por motivos de cobrar ciertas tasas de intereses de préstamos
que realizaba al padre de Alfredo, en el momento que don Pedro llegó, Alfredo
no estaba en casa, él se sentó en pasillo de la casa sacó una manta y se puso a
dormir hasta que llegue Alfredo a la casa, ese día el no volvió temprano a casa
porque había salido a labrar la tierra y por costumbre que sus padres le habían
enseñado, él trabajaba hasta las seis de la tarde, ese mismo día el acabo su
trabajo casi a las siete de la noche y regreso a la hacienda. En el momento que
llego a casa se sorprendió al ver de cerca un tipo que se movía en pasillo de
la casa, Alfredo con miedo pronuncio estas palabras: ¡ oh Dios será que es un tipo malo!, después se
acercó y reconoció que ese tipo era el compadre de su papá.
Se dio cuenta que estaba
durmiendo, no dijo nada y paso directo a la casa suavemente para no hacer que
don Pedro se despierte del sueño, el empezó a hacer la merienda después de un
momento don Pedro despertó y dijo:
—Ayuda compadre un tipo me ha atacado,
Alfredo salió corriendo en auxilio pero no había nada.
Por temor y por los mareos del
sueño ninguno de los dos hablaron, se habían quedado sin palabras, después de
un rato Alfredo pronuncio estas palabras:
—
Buenastardes don Pedro, ¿cómo está?
—
Bien, bien y usted joven.
—
Ah yo estoy bien gracias. ¿Cómo así por estos
lados?
—
Vengo en busca de su padre joven.
—
Oh lo siento don Pedrito él no se encuentra en
estos momentos.
—
Pero, la semana pasada él me dijo que si iba a
estar aquí.
—
Ah pero, usted ya sabe a veces mi padre sale de
un día para el otro tiene muchas ocupaciones.
—
Chuta vengo en vano.
Bueno, don Pedrito pero pase,
pase afuera hace demasiado frio a esta hora. Es mejor estar dentro de casa para
no sentir ese viento, que muchas veces causa resfríos y fiebres.
Venga, venga, tome asiento le voy
a brindar un trago dijo Alfredo, él se sentó pero nunca se dio cuenta que ya
era noche, en cuanto estaba merendando dijo:
¡Dios mío que ha pasado porque
sigo aquí yo ya debía estar en casa de vuelta!
No, no don Pedrito como se va a
ir a estas horas es peligroso porque en el camino hay fieras que muchas veces
han causado daños graves a la gente, dijo Alfredo, el necio por salir de ahí no
hizo caso y dijo:
—
No, tengo que irme mi esposa me está esperando.
—
Pero igual ya mañana llegara temprano dijo
Alfredo.
—
No, jovencito no puedo me voy salude a su papá
dijo don Pedro.
—
Gracias dijo Alfredo, yo le saludo.
—
Chao, nos vemos exclamó.
Subió en su
caballo y salió corriendo montaña adentro, esa noche no era de luna, Alfredo
pensó y dijo:
—
Dios mío porque permití que ese hombre se vaya,
a lo mejor estaba borracho.
Regreso a casa
con miedo y fue a merendar, pero hasta el regresar ya se había quemado la
tortilla y el arroz seco, que él había estado preparando, al mirar esto se
llenó de ira y agacho la cabeza se dio vueltas, empezó a patear la mesa y a
lanzar las sillas por donde le avanzaba sus fuerzas, en el trágico accidente
había roto seis ollas de barro, nueve platos, tres tasas, y una silla, dándose
cuenta de todo eso se quedó pensando, reflexionando, analizando y deduciendo
nuevas formas de pensar y actuar para la próxima, estando en ese juego se cortó
la luz que apenas alumbraba la casa, en ese momento él se llenó de miedo sintió
como sus nervios se pusieron activos, sin tener palabras para expresarse por la
soledad sé quedo sin movimiento, después de varios minutos él se acordó de Dios
y expreso lo siguiente:
—
Dios vendito, perdóname por haberme portado mal.
—
No, sé que me pasó.
—
Por favor ayúdame.
En ese mismo
momento regreso la luz y se dio cuenta que la normalidad se estaba estableciendo poco a poco, hasta
que Alfredo retomó la confianza y la tranquilidad, en esos momento de pánico
había quedado como un animal aterrorizado por el enemigo, tan mal que perdió
por unos instantes, la razón.
Lleno de miedo
todavía fue a acostarse, pero el miedo no se quitaba de su mente, tan abundante
que no le permitió apagar las luces para dormir, amaneció con las luces
prendidas, al día siguiente como de costumbre él se vio obligado a realizar las
actividades diarias que se hacían en casa.
Cuando regreso
del trabajo temprano, se dio cuenta que de los cinco perros que tenían habían
muerto los dos, en ese instante se arrodillo y se puso a llorar de
desesperación y de pena que sus animales y compañeros tan queridos para la
cacería, se habían cansado de vivir. Entro a la cocina de su hacienda y preparo
su almuerzo, en el momento que estaba comiendo los dos perros que el visualizó
anteriormente muertos, entraron con una
rabia en contra de él, eran tan grandes como dragones, que solo les faltaba
escupir fuego por la nariz, sin palabras llegó hasta un rincón en donde su
madre acostumbraba tener agua bendita, con temor alcanzó la botella, pero por
el tiempo de guardada se había tomado la tapa y no se habría, los perros que
parecían dragones, se acercaban cada vez más, abrían la boca y sus mandíbulas
se estiraban aproximadamente unos 40 cm cada una, sin tener alternativas el
sostuvo la botella en su mano derecha y golpeó contra de la esquina de la
fogata que había encendido, la botella reventó
y salió volando lejos en mil pedazos, el agua vendita alcanzó a los felinos que
parecían seres extraterrestres.
Cuando los
perros sintieron que el agua roció sus rostros gritaron y reventaron en un
terrible sonido, echo un humo blanco en medio de la cocina, en ese preciso
instante de la nada, apareció una sombra negra que parecía de un hombre alto
que portaba un gran sombrero, Alfredo con angustias pronunció, aléjate de mí
maldito satanás, la sombra desapareció, pero momentos más tarde pronunció las
siguientes palabras:
—
Me insultaste Alfredo.
—
No, solo te pedí que me dejaras en paz contesto
Alfredo.
—
Eso nunca, lo juro que no hasta que consiga mi
meta dijo el tipo.
—
¿Qué es lo que buscas?, pregunto Alfredo.
—
Quiero que me salves de la condena, contesto:
—
No, eso yo no puedo.
—
Pero porque si quieres que te deje en paz, o
acaso quieres que te siga molestando.
—
No, por favor vete de aquí dijo Alfredo.
—
Está bien, pero más tarde volveré.
Con esta
respuesta Alfredo quedo traumado, no realizo las actividades diarias dejo
abandonado a algunos animales, lo único que pedía era que sus padres regresen
lo más pronto a casa, estando en esa terrible situación paso por ahí un señor
llamado Néstor, el cual era un trabajador
y finquero que acostumbraba visitar su finca cada dos semanas, cuando
Alfredo se dio cuenta que don Néstor estaba yendo de viaje, le silbo hasta que
este señor le escuche y le rogo que se le comunique a sus padres que él estaba
en una situación muy mala, el señor se hizo el desentendido porque estaba un
poco borracho pero al conversar un poco se comprometió, Alfredo le hizo que el
señor se baje de su caballo y le dijo:
—
Don Néstor, por favor comuníquele a mis padres
que estoy en unas situaciones muy difíciles.
—
Está bien, dijo el señor, yo le comunico.
—
Gracias vecino, dijo Alfredo.
—
Pero porque trae esa preocupación dijo Néstor.
—
Acaso algo le pasa algo malo.
—
No, no, no pasa nada sino que los animales están
muy enfermos, disimulo Alfredo.
—
No, no ha de ser eso dijo aquel vecino porque
algo malo le pasa.
—
No, tenga la plena seguridad que no solo hay problemas
con los animales.
De esa manera el aviso a sus
padres lo que le estaba pasando pero esto no fue de importancia para sus
padres, pero ellos a pesar de las noticias no hicieron caso, más les importaba
las actividades que realizaban en la finca de ellos y de sus vecinos, nunca se
preocuparon por la situación que su hijo estaba pasando en la hacienda.
Luego de que Alfredo mando la
noticia a sus padres regreso a sus labores diarias en casa ese día no se
presentó ningún ruido, ni ninguna señal que para él le cause miedo, en el
transcurso de ese día, sin esperanzas no le quedo más que comprender que todo
lo que estaba pasando era imaginación, volvió a casa, se preparó para pasar la
noche, prendió unas velas y preparo un puñal (arma blanca), que estaba bendecido
por el párroco de ese barrio, las horas iban pasando lentamente para él, las
luces quedaron encendidas y cerca de las once de la noche todo estaba
tranquilo, Alfredo pensó y dijo: ¡ Dios mío creo que todo termino!, apago las
luces y se quedó dormido un rato, entre las doce de la noche los perro
empezaron a aullar de una manera anormal, para Alfredo esto fue una señal
aterradora de nuevo se llenó de temor, de repente se escuchó un terrible
huracán que sopló con gran fuerza sobre la casa como un avión al despegar, en
ese momento Alfredo se puso a llorar, sus lágrimas chorrearon como un arroyo
sobre el piso de la habitación, el empezó a sentirse muy mal, saco el puñal y
dijo, Dios mío perdóname por esta decisión pero mi vida no tiene sentido para
mí, estoy en una situación tan difícil y lo mejor para mi será morir, porque ya
no resisto a este ataque maligno, en ese momento las luces de las casa se
prendieron y se volvieron a apagar.
Cuando Alfredo estaba empapado en
llanto, se escuchó una voz ultratumba que decía, he regresado y te voy a matar,
después para llevarte conmigo a los infiernos porque aún no me has salvado, en
ese momento a Alfredo le pasó por la mente lo que su padre le había enseñado a
ser valiente ante una situación difícil entonces, ceso su llanto y pronuncio
con unas terribles iras:
—
Quien eres y que buscas, maldito…
—
Soy yo ya te lo dije, exclamo el tipo.
—
Ya déjame, por favor.
—
No, te voy a dejar dijo el tipo, ya te lo dije.
Momentos después se escucharon
como unos ratones que andaban en el alto
de la casa él se preparó con sus armas que tenía era el puñal y los tres
chicotes venditos que eran para castigarle al monstro, en ese momento se
escuchó una voz que decía, donde estas es que quiero hallarte pero no apareces
y entonces con voz ultratumba empezó:
—
Caire,
Caire ¿qué are?
—
Cáete contesto Alfredo.
Se cayó al
suelo una cabeza de un ser humano, de nuevo empezó:
—
Caire, Caire ¿qué are?
—
Cáete respondió de nuevo, cayeron dos brazos
—
Caire, Caire, Caire.
—
Cáete, respondió, cayeron dos piernas.
—
Caire,
Caire, Caire.
—
Cáete, respondió de nuevo, cayo la parte del
tórax.
—
Caire, Caire, Caire.
—
Cáete maldito respondió con tremendas iras.
—
Y cayo el corazón de una persona pero arrancado
se notaba como estaba palpitando sobre el piso de la casa.
En ese preciso
momento se levantó un hombre de carne y hueso y grito horriblemente como una
fiera en la selva, casi con el grito dejo sordo a Alfredo, el con susto
tremendo dijo aléjate maldito de mi casa, eso nunca respondió, Alfredo sacó el
puñal y le empezó a darle con todas sus fuerzas, le cortaba las manos se
arrancaban totalmente, pero al momento se volvía a unir así paso como alrededor
de dos horas, dándole machetazos y más machetazos, hasta el punto que el puñal
bendito llegó a dividirse en dos, es decir salió volando en pedazos, en ese
rato el monstro aprovechando que Alfredo se quedó sin machete, la agarro de la
cabeza y le lanzó como un trapo a la esquina, justo en esa esquina estaban los
chicotes benditos, Alfredo uso uno de los chicotes y le volvió a dar chicotazos
hasta que se rompió de nuevo, de la misma manera fue utilizando uno por uno de
los chicotes hasta que se vayan agotando en el rostro de aquel monstro, luego
de haberle dado todos esos chicotazos, se le acabaron las armas a Alfredo, y sin
embargo el monstro formado por piezas que fueron cayendo uno por uno seguía en
perfecto estado, Alfredo dijo ya hemos peleado, no te podido vencer ahora si
mátame, pero el monstro pronunció:
—
Gracias por haberme salvado de condenarme.
—
Has sido muy valiente.
—
Tienes mi respeto.
—
Ven, dame la mano dijo el monstro.
Ya lo sabía me vas a matar dijo:
Alfredo, no, no, no solo sigue iremos a la orilla del rio porque es ahí donde
tenemos que llegar antes de que sea las cinco de la mañana, Alfredo lo siguió y
en camino le iba aconsejando de como el debería portarse en el resto de su
vida, cuando estaban ya cerca de la orilla del rio dijo, la victoria está cerca
ahora tenemos que conversar y me tienes que prometer algo muy importante:
—
Yo te voy a dar un tesoro que tengo escondido
aquí por muchos años y este es el causante para que yo me esté yendo a
condenar.
—
Es en serio contesto Alfredo.
—
Si lo digo en serio, pero con este tesoro tú vas
a ayudar a los demás, en especial a los pobres porque ellos son los que sufrían
cuando yo estaba vivo y sin embargo por mi codicia yo no les ayude y por ese
motivo me estoy condenando.
—
Dalo por hecho contesto Alfredo y el monstro le
dio la bendición diciéndole: Ahora tú vas a manejar mi tesoro bendiciones en el
resto de tu vida.
Ese mismo momento el monstro
ordeno, que le diera el puñal, Alfredo, respondió no puedo porque el puñal ya
se rompió anteriormente, con su poder el monstro reconstruyo el puñal y con
todas sus fuerzas clavó contra el piso en la orilla del río y dijo aquí está mi
tesoro, ahora sácalo, Alfredo empezó a cavar la tierra con gran rapidez y
mientras iba cavando las orillas de la olla llena de 500 monedas de oro ya
estaba apareciendo, como pasaba el
tiempo la olla estaba apareciendo cada vez más, justamente faltando 15
minutos para las cinco de la mañana, Alfredo sacó la olla llena de oro, después
de eso el monstro le dio la mano y le dijo:
—
Gracias ahora si estoy libre.
—
Gracias me salvado de la condena.
—
De nada señor, gracias a usted por sacarme de la
pobreza y por ayudarme a ser solidario con los demás.
Desde ese momento, Alfredo
regreso a la hacienda contento con la fortuna que casi le causó la muerte,
cuando llegó en la casa sus padres ya habían llegado de la finca, ellos se
arrepintieron de corazón y le pidieron perdón a su hijo, entonces era el
momento cuando la vida de ellos cambio para siempre, salieron de la pobreza y
dejaron de sacrificarse tanto en sus trabajos se dedicaron a ayudar a las
personas pobres, sus caracteres cambiaron se volvieron solidarios, desde ese no
se volvió a escuchar ningún tipo de ruidos ni movimientos extraños en la
hacienda Suropamba.
¿Que te Pareció?
¿Que te Pareció?
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